En otro flohmarkt de Berlín encontré unas tijeras de sastre, las de la derecha, con unos años, en impecable estado y con un filo de primera que acabó a afinar Álvarez de Córdoba, a su buen hacer se unió el saber con que acero se las veía. Poco antes había adquirido en
Modulor, Berlín, unas tijeras también de Solingen que, sin ser malas, no le hacen sombra a las anteriores; las mejores: las más baratas.