martes, 8 de febrero de 2011
Encuadernaciones.
Yo siempre las he conocido, entre otros nombres, como a la romana o Bradel clásica en papel.
La primera vez que supe de ella fue por una compra en Bélgica de una obra en tres volúmenes, en francés, de alrededor de 1830. El estado de la encuadernación era, simplemente, impecable, como terminada ayer mismo y puedo asegurar que, sin embargo, era coetánea a la edición; también me llamó la atención el tejuelo impreso en papel con una tipografía muy fina y el típico brillo del papel del XIX.
Con interrupciones, me interesé por como realizar una encuadernación con esa terminación tan equilibrada y elegante. Saltar de las holandesas con papel de aguas a estas no resultó especialmente difícil, más esfuerzo supuso darle la terminación brillante que, antiguamente, se obtenía mediante piedra ágata o de vidrio, he oído hablar del uso de aceites de origen curioso como el de semillas de caqui, o la parafina; yo opté por la química sintética con un barniz incoloro que, además, protegía la encuadernación
A un artesano del papel marmoleado le he leído algo sobre una mano de metílcelulosa antes del barnizado, lo probaré y os lo contaré. Estos que veis son algunos ejemplos de encuadernaciones antiguas. En la próxima entrada incluiré algunas de las mías.
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